domingo, 14 de abril de 2013

Que nuestras arrugas cuenten nuestra historia




El amor se perdió en los márgenes de unas caricias ténues y entre sábanas sudadas.
El horizonte de lo que quisimos se quedó a la vuelta de la esquina, entre el bar y el videoclub de nuestra vida.
La juventud floreció y pronto se marchitó, pero el aroma de nuestra esencia quedará grabado en este árbol, sobre esta madera marrón oscuro.
Los poemas se borraron, la tinta se corrió junto a nostros.
Las palabras se las folló el viento y quedaron postradas ante la duda de lo que pudo ser.
Mientras tanto aquí sigo, pensando si fue buena idea cortar por lo sano, si fue buena idea terminar lo que nunca empezó, si fue buena idea empaquetar los besos y guardarlos en formol.
Las fotos de nuestra vida se quemaron, por el fuego de una pasión sin precedentes, por la libertad de nuestras manos y nuestros actos.
No pretendo ser pesimista, pero es que lo veo todo negro en esa habitación de hotel sin reservar.
La llave ya no entra en su cerradura y el baúl quedó olvidado en un desván lleno de polvo y pestañas sin sueños.


Al final todo termina, no sólo las relaciones, los buenos momentos, los besos, los polvos, los abrazos o las palabras. Nada perdura en el tiempo, nada es inmutable, el único rincón en el cual permanecen todos esos momentos que no queremos que terminen, es en la memoria.
 La vida es un camino que nos lleva hacia un abismo infinito y oscuro, no tenemos prisa en llegar, pero es que el tiempo es un mal aliado, es nuestro peor enemigo. 
Por lo tanto hay que vivir sin relojes, sin percepción del tiempo. Hay que vivir con la locura por bandera, hay que hacer lo que te apetezca en cada momento. Porque todo pasa, porque nada perdura excepto lo que nosotros queramos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario