domingo, 31 de mayo de 2015

Día 5.

Lo que daría por parar el mundo, el reloj, la veleta, el tren y la estación.
Lo que daría por un día eterno y perpetuo en nuestras cabezas.
Lo que daría por un beso cualquiera, de esos que se dan sin pensar.
Lo que daría por una caricia abierta de piernas.
Lo que daría por siete vidas y media de gato.
Lo que daría por pisar tu Oniria, besar a tu Morfeo y follarme sus polvos.

Lo que daría por darte mi parte, mi mitad, mi entera.
Lo que daría por lucharte, ponerte entre la espada y mi pared.
Lo que daría por pensarte mientras te miro los labios.
Lo que daría por morirme entre tus brazos y renacer en tus manos.
Lo que daría por una noche, una luna o media.
Lo que daría por estrellas fugaces, eclipses y amaneceres contigo.
Lo que daría por recorrer caminos, autopistas, planetas y lunares.

Lo que daría por ti...

sábado, 30 de mayo de 2015

Día 4.

Los días de lluvia me recordaban a ti, 
a películas vistas en una vida inacabada, al sonido del susurro de cada palabra.
Cada gota simulaba una triste metáfora de nuestra vida,
un dulce tintineo de lo que nunca sería.

Y esto no termina, se hace cada día más fuerte,
le quitas el sentido a todos mis sinsentidos.
Hemos convertido los "te echo de menos" en la mejor forma
de decirnos...te quiero. 

Y sin quererlo ya no quería dejarte de querer.

viernes, 29 de mayo de 2015

Día ¿3?

Un día más o menos, depende de que calendario lo mire. 
El amor para ellos consistía en imaginar, soñar y suspirar, no tenían momentos para recordar, ni cafés que añorar. Eso sí, tenían sueños, juntos, vivían miles de vidas inventadas, anheladas [...]
No podrían recorrer caminos, ni cruzar puentes, ni esperar trenes;
Solo podían esperar, contar granos de sal, besarse en la distancia de una cercanía imaginada.

Solo les quedaban las palabras, decirse lo que sentían con cada acento, con cada pausa.
Suspirar en silencio acompañados del eco de la nada.


Gritar en silencio.

sábado, 16 de mayo de 2015

Alguien sin nombre.



1099 del año de Nuestro Señor



- No van a volver Mathew -le dije susurrando a mi hermano pequeño-. Debemos hacer caso 
a mamá y papá e ir a casa de tía Judith, ella nos cuidará.



Pero, ¡yo quiero ir con papá y mamá!


- Ya te he dicho que no puedes ir con ellos, nunca volverán. Ahora cállate, o los hombres


 malos sabrán que estamos aquí.




Tenía 16 años, en ese mismo instante mis padres habían muerto, y en unos segundos


perdería mi último ser querido.





- He escuchado ruidos detrás de esa estantería.


- ¡Pues palurdo, ve a mirar, no te quedes ahí parado con esa cara de estúpido!




Podía escuchar las duras pisadas del bandido acercándose a nuestro escondite. Tenía miedo


nos había encontrado y no podía hacer nada para proteger a mi hermano. De repente la 


puerta se abrió, la segura oscuridad dejó paso libre a la tétrica luz de una chimenea y entre la


ceguera pasajera, mantuve la mirada fija en la sombra que teníamos delante.





Tom, he encontrado a dos críos. ¿Qué hacemos?



- Pues no nos sirven de mucho, los cadáveres que tenemos a nuestros pies seguramente son 


de sus padres. Mátalos, coge el botín y larguémonos.


- Oh, pobres críos huérfanos, vais a escuchar el eterno silencio de la muerte.







Raudo, el criminal asió a Mathew por la pechera y lo sujetó cual débil murmullo de un 


sollozo. Su mirada era malvada y egoísta, tan egoísta como para no ver que no podíamos 


causarles problemas. A pesar de mi fe infantil, sabía que íbamos a morir.






- ¡Déjanos marchar o te mataré con mis propias manos sucio asesino! -Saqué toda la 


valentía que apenas me habían aportado mis 16 años-.


- ¿Cómo has dicho criajo deslenguado?





El malvado hombre sacó su daga y la clavó en el frágil pecho de mi hermano menor.




- ¡Nooooooooo! -Horrorizado, intenté sujetar con mis gritos su corta vida-





Vi como Mathew, de apenas 5 años intentaba soltar un grito de dolor, quedando nada más 


que un gemido entrecortado. Sus ojos tan verdes y vivos como las hojas de los árboles, se


desgarraron y su débil cuerpo cayó al suelo con un golpe seco, que retumbará en mis oídos


durante el resto de mi vida.





- Bien hecho, ahora vámonos antes de que venga la guardia.





El hombre vino hacia mí, me puso la mano en la cabeza y con su hacha levantada masculló:




- Reza lo que sepas, aunque no te sirva de nada, reza.





Con los ojos cerrados y rezando por sobrevivir, intenté no pensar en la muerte y…se escuchó



un ruido sordo. Abrí los ojos y para mí sorpresa, los hombres que habían matado a toda mi




familia yacían en el frío suelo. En la oscuridad de la puerta una silueta se entreveía.






- ¿Qui…qui…quién eres? <Pregunté entre ahogados sollozos>



- Soy aquel que viaja desde tiempos inmemoriales, soy aquel que nunca es visto pero 


siempre es nombrado…soy aquel por el que has rezado.

miércoles, 13 de mayo de 2015

Día (1)3

Vamos contra el mundo y así será siempre. 
Todo se tornó número 13, pronosticando esa mala suerte, ese mal momento, ese mal contexto. A pesar de que los besos supieran a futuro negro e incierto. 
Los días pasan, sentenciando este presente que pasa tan lento, mutilando cada recuerdo.

Y ya no sé qué más decir...todo se hace pequeño y grande al mismo tiempo. 

sábado, 2 de mayo de 2015

Día 2

Y cada día que pasaba era peor, los cigarros se hacían eternos, en una nube de humo y suspiros, en miradas no correspondidas por el miedo. 
Y todo se hacía infinito, el amor, la pasión y los sentidos, fueron tejiendo recuerdos deslazados, besos partidos en cuatro, caricias susurradas al oído.
Y todo se hizo finito, el amor, la pasión y los sentidos, la música se hacía melancolía, las fotografías añoranza y en las conversaciones sobraban palabras.

Y las lágrimas rompieron cristales, las esperanzas rompieron ventanas, el ansia puertas blindadas. 
Y el amor se convirtió en veneno, tomado en pequeñas dosis, muertes aseguradas...malditas palabras.
Y cada día todo les quedaba demasiado grande, sentimientos, espacios y distancias; terminaron por no querer ver nada, por no poder hacer nada. 
Y el "ojalá" se transformó en sentencia asegurada, conceptos que demasiado abarcaban, mariposas desesperadas...por volar, evolucionar y amar. 

Y la vida les enseñaba poco a poco, que los pasos dados pertenecen a los locos, que todo es posible si se viaja con el alma. 
Y la vida les esperaba, en cada esquina que doblaban, en cada lamento, en cada sonrisa aceptada. 

sábado, 25 de abril de 2015

Día 1

Un día despertó y por fin se encontró, encontró esos trocitos que fue perdiendo por el camino, trocitos de sí misma que, como las hojas de una margarita, algún niño rebelde había torturado. 
Abrió los ojos, subió el telón y gritó "acción", los días ya no pasaban como hojas de calendario, ahora había una especie de sentido en su vida. Ese sentido que se le encuentra a las cosas pequeñas, como el suspiro antes de un beso, el parpadeo antes de una mirada, un nudo de garganta mudo preparándose para cantar. Su vida no se tornó de color de rosa, simplemente oscureció, porque a ellos les gustaba la oscuridad, les gustaba la tranquilidad de la ignorancia, la calidez de las sombras bailando al son de las ideas.

Un día ella simplemente despertó y ahí estaba él, vestido para la ocasión, esas ocasiones donde lo único que hace falta es sentir la piel en los huesos, las caricias en la espalda, los besos en el cuello. Ahí estaba él, con su media sonrisa juntando mitades de naranja. Ahí estaba él, para demostrarle que los sueños se hacen realidad. 
Y poco a poco, las distancias en kilómetros se convertían en distancias en besos, esos que faltan, que se añoran aunque nunca se hayan tenido. Esa clase de besos que tu degustas, paladeas como un buen vino, esos besos que mantienes en la lengua para que el sabor te embriague para después solo poder decir "ambrosía". 

Y ahí estaba ella, con cara de idiota, dispuesta a todo, dispuesta a abrazar los momentos aunque no sucedieran, dispuesta a abrirse más de corazón que de piernas, más de mente que de lengua. Dispuesta a satisfacer los deseos de aquel que tanto se los provocaba, dispuesta no a morir por él, sino a vivir por y para él. 
Y ahí estaban ellos, mecanografiados en la mente del otro, llenando espacios vacíos, vaciando espacios demasiado llenos, completando la soledad mutua que tanto los acecha. Diciéndose te quiero muy flojito para no romper la fragilidad del momento, diciéndose cosas bonitas para romper las esperanzas de ausencia, diciéndose "te amo" para conciliar un sueño irrumpido por sueños.