jueves, 27 de junio de 2013

Muda



Caminamos, pisando las huellas que antes... otros crearon. 

Esa nostalgia que nos atrapa en la partitura de un amor.
La templanza frente a una despedida no tan amarga.
Temblamos, con la mano posada en el pomo de algún corazón fumado.
Y aún así...seguimos caminando. Dando tumbos contra las paredes calladas, inmutables ante nuestros golpes.

Pero es que no hay nada que complazca,
la curiosidad de lo inevitable,
la desdicha de lo comprobado,
la añoranza de lo nunca llegado,
la ilusión de lo ya conseguido y
el miedo de lo callado.



El caos, la nada atada a los espacios entre palabras y a los silencios tras los suspiros.
Escuchamos pero no lo queremos aceptar, 
que las notas se escapan del piano, 
que nunca vuelven a sonar. 
Que solamente queda la vibración de lo que fue
...
Y nunca más será.

Los gritos ahogados de un amargo despertar, de esos que recuerdan a las madrugadas marcadas en nuestro ser, apoyadas en los gemidos y el placer.

Sólo nos quedan las fotografías, inmortales ante el olvido del corazón.
Inmortales ante la existencia del reloj.
Inmortales ante el odio y el temor.
Inmortales ante lo que siempre quiso ser y al final...partió.


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