No mirábamos atrás, solamente seguíamos los pasos de
aquel que había sido como un padre durante todos estos años.
-
- ¡Alto!
Gritó tan alto que los últimos de la infantería, a
pesar de tener los oídos escarchados y los huesos rotos del frío, lo
escucharon. Sin embargo a mi me sonó lejano, como el llanto del sol en un
atardecer.
- -
¡Estamos cerca, apremiad el paso, no os
distraigáis con nada y atentos!
No teníamos esperanza por nada, nuestra mejor arma era
el valor que impulsa el miedo, la mejor defensa el hombre que teníamos al lado
y lo que nos ayudaba cada madrugada a levantarnos, el recuerdo de nuestros
hogares.
-
- ¡Soldados, ya sabéis lo que tenéis que
hacer!
-
- Capitán, deberíamos esperar a que estén los
suficientemente borrachos, como para que no sepan tan siquiera, de qué coño
salieron.
El principio de la batalla estaba cerca, ese cosquilleo
que sube por tu garganta antes de la guerra apremiaba por salir. Mi mente iba
de un lado a otro, en el reducido espacio de mi cerebro. Mi corazón se centraba
en bombear sangre a mi sistema nervioso y mis miembros, en un apasionado e
inservible esfuerzo por tranquilizar a mi persona. No quería combatir, pero
debía hacerlo, el hijo de puta del capitán seguía soltando chorradas de ánimo a
voz en cuello.
- -
¡No os rindáis, porque si lo hacéis es
cuando habréis muerto! ¡Recordad, que es mejor entrar con los pies por delante,
y el honor y la valentía por bandera, que con la cabeza gacha y la vergüenza
sobre vuestros hombros! ¡Debéis morir por el Imperio!
Y una mierda, teníamos que morir por los caprichos de
un gilipollas que se creía con derecho a decir, que su poder provenía de los
dioses. Pues si era así, los dioses están tan corruptos como el coño de una
vulgar prostituta. Yo quería vivir, no luchar por una causa que ni era la mía,
a pesar de ser romano, a pesar de gozar de todos los derechos, a pesar de ser
visto por todo el mundo como ciudadano libre de Roma…no lo era. La única
libertad que quería, era la de no tener que luchar más, una mujer, uno o dos
hijos y la tranquilidad de una vida libre de las cadenas del César.
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