lunes, 25 de marzo de 2013

Un romano





No mirábamos atrás, solamente seguíamos los pasos de aquel que había sido como un padre durante todos estos años.
-          - ¡Alto!

Gritó tan alto que los últimos de la infantería, a pesar de tener los oídos escarchados y los huesos rotos del frío, lo escucharon. Sin embargo a mi me sonó lejano, como el llanto del sol en un atardecer. 

-         -  ¡Estamos cerca, apremiad el paso, no os distraigáis con nada y atentos!
No teníamos esperanza por nada, nuestra mejor arma era el valor que impulsa el miedo, la mejor defensa el hombre que teníamos al lado y lo que nos ayudaba cada madrugada a levantarnos, el recuerdo de nuestros hogares. 

-          - ¡Soldados, ya sabéis lo que tenéis que hacer!
-          - Capitán, deberíamos esperar a que estén los suficientemente borrachos, como para que no sepan tan siquiera, de qué coño salieron.

El principio de la batalla estaba cerca, ese cosquilleo que sube por tu garganta antes de la guerra apremiaba por salir. Mi mente iba de un lado a otro, en el reducido espacio de mi cerebro. Mi corazón se centraba en bombear sangre a mi sistema nervioso y mis miembros, en un apasionado e inservible esfuerzo por tranquilizar a mi persona. No quería combatir, pero debía hacerlo, el hijo de puta del capitán seguía soltando chorradas de ánimo a voz en cuello.

-         - ¡No os rindáis, porque si lo hacéis es cuando habréis muerto! ¡Recordad, que es mejor entrar con los pies por delante, y el honor y la valentía por bandera, que con la cabeza gacha y la vergüenza sobre vuestros hombros! ¡Debéis morir por el Imperio!

Y una mierda, teníamos que morir por los caprichos de un gilipollas que se creía con derecho a decir, que su poder provenía de los dioses. Pues si era así, los dioses están tan corruptos como el coño de una vulgar prostituta. Yo quería vivir, no luchar por una causa que ni era la mía, a pesar de ser romano, a pesar de gozar de todos los derechos, a pesar de ser visto por todo el mundo como ciudadano libre de Roma…no lo era. La única libertad que quería, era la de no tener que luchar más, una mujer, uno o dos hijos y la tranquilidad de una vida libre de las cadenas del César.

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